lunes, 19 de agosto de 2013

V

V

Mal poeta enamorado de la luna,
No tuvo más fortuna que el espanto,
Y fue suficiente pues como no era un santo
Sabía que la vida es riesgo o abstinencia,
Que toda gran ambición es gran demencia
Y que el más sórdido horror tiene su encanto.
(…)
No quiso ceremonia, discurso, duelo o grito
Ni un túmulo de arena donde reposase el esqueleto
(ni después de muerto quiso vivir quieto).
Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas al mar
Donde habrán de fluir constantemente.
No ha perdido la costumbre de soñar:
Espera que en sus aguas se zambulla algún adolescente.
(Fragmento de Autoepitafio, Nueva York 1989)

No hay comentarios:

Publicar un comentario