El nieto de dios
Cómo era tu piel interior, el mundo
Terso, tu vida mía que volaba
Con los reflejos, que velaba
Sus arcabuces.
Hay que oír el grito oscuro
Y el sol nonato como tus amagos, hay
Que ver los signos
De la antigua llama.
Estoy por abrir las puertas, por cerrar
Los ojos y no mirar
Más allá de mis narices, no oler,
No tocar el nombre de Dios en vano.
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