lunes, 19 de agosto de 2013

II

II

Esas espléndidas diosas
Que esparcen el amor o la cólera,
La amenaza de una discordia, la grandeza de una batalla.
Esas diosas que detienen el sol
Por deferencia a un hombre
Y administran la gloria, la eternidad y los sueños,
No existirían, a no dudarlo, de no ser por aquel que,
Ciego y paciente,
Se dedicó a cantarlas.
Esos milagros, esas mentiras, esas tribus errantes,
Esa cruz,
Esa leyenda, ese amor, esos mitos y esas verdades
Que nos enaltecen justifican y proyectan
No existirían
Si voces empecinadas no se hubiesen dado a la tarea
De cantar en la sombra.
(Fragmento de Esas espléndidas diosas, Habana 1973)

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