martes, 20 de agosto de 2013

Loa IV

Loa IV

Tibia de seno amaneciente,
llena de dulzura y quietud:
en ti se enciende el tiempo, gime
gime su desconsolado balanceo
y es, pues, que en los ejidos de la soledad reapareces
lleno el cestillo de humedad y verde,
poblado de manantiales desvanecidos.
Y llegan los abolengos, los sueños,
todo el sostén leve de mi país.

Matrona y niña constelada,
pequeña de caderas fugaces:
nada como la imagen de tu soledad confiada
entre tus corderillos y bulliciosos.
Y va mi canto en humo, espuma, sueño,
una vieja labranza de hombre en sus torrentes.

Duermes a veces y te contemplo:
nacen tus líneas puras y voy por ellas a la vida,
a la melodía de los laboratorios,
al taller rumoroso, a la rueda de amigos,
a tus hijos de candidas vestiduras, a tus muchachos
que velan sus armas,
que bruñen sus fuerzas como iluminados.

Pequeña madre de lluvias,
mucha sencillez derrama tu claror,
tu ala tenue y antigua,
cuando tus pequeñuelos retozan,
cuando tus corderillos se desbandan y sueñan.

Nicandro Pereyra

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